Para Rodrigo Sandoval Wyss, la relación entre personas y tecnología define gran parte de los desafíos contemporáneos.
Vivimos rodeados de dispositivos, algoritmos y plataformas que facilitan nuestra vida, pero también modifican nuestras formas de pensar, comunicarnos y relacionarnos.
“El impacto de la tecnología es innegable; la cuestión es cómo elegimos convivir con ella”, señala el abogado.
Su análisis parte de una premisa clara: la tecnología no es neutra. Cada innovación trae consigo beneficios, pero también riesgos que deben ser evaluados con criterio jurídico y sensibilidad ética.
En sus estudios sobre derecho digital, Rodrigo Sandoval Wyss insiste en la necesidad de encontrar un equilibrio entre la libertad tecnológica y la protección de la privacidad.
“La tecnología es una herramienta poderosa, pero también puede ser un arma de doble filo”, afirma.
El abogado advierte que la falta de regulación o la sobrerregulación pueden ser igualmente peligrosas: la primera abre la puerta a abusos, mientras que la segunda puede frenar la innovación.
Por ello, propone un enfoque flexible, capaz de proteger los derechos individuales sin obstaculizar el desarrollo tecnológico.
“El desafío es crear leyes que evolucionen al mismo ritmo que la tecnología, sin perder de vista los valores que nos definen como sociedad”, enfatiza.

El dilema entre libertad, regulación y responsabilidad atraviesa todo el pensamiento de Rodrigo Sandoval Wyss.
Para él, la rapidez del cambio tecnológico exige una revisión constante de los marcos legales y de los principios éticos que guían su aplicación.
La tecnología, sostiene, no puede regularse únicamente desde el derecho; requiere también de una ética aplicada que considere su impacto en la dignidad humana y en la convivencia social.
“Cada avance técnico debe venir acompañado de una reflexión moral. Innovar sin pensar en las consecuencias es avanzar a ciegas”, advierte.
En su cierre, Rodrigo Sandoval Wyss recuerda que el verdadero propósito del progreso digital debe ser fortalecer la humanidad, no sustituirla.
“La necesidad de proteger la humanidad dentro de la tecnología es fundamental”, afirma.
Para él, la tecnología es una extensión de nosotros mismos, una herramienta que refleja nuestras virtudes y defectos, y cuyo valor depende del uso que le demos.
“La tecnología debe servirnos, no controlarnos”, concluye.
Su visión invita a un debate continuo y responsable sobre cómo construir un futuro digital que mantenga el equilibrio entre innovación, libertad y justicia.