Nuestra identidad digital está compuesta por los datos que generamos y compartimos cada vez que navegamos, compramos o interactuamos en línea.
Estos datos —ubicación, hábitos de consumo, intereses, contactos o incluso emociones— son el combustible que alimenta el modelo económico de las plataformas digitales.
El abogado Rodrigo Sandoval Wyss explica que el verdadero valor de la identidad digital no reside en cada dato aislado, sino en la capacidad de las empresas para interpretar y monetizar la información que dejamos atrás.
“En la era de la información, nuestros datos personales son el precio oculto de la comodidad digital”, advierte, subrayando la necesidad de que los usuarios sean conscientes de qué entregan y a cambio de qué.
En este contexto, la legalidad digital emerge como un campo clave para definir los límites entre innovación y vulnerabilidad.
Para Rodrigo Sandoval Wyss, la protección de los datos personales debe entenderse como un derecho fundamental y no solo como una cuestión técnica o contractual.
Las leyes sobre privacidad y manejo de datos buscan garantizar que la información sea tratada de forma segura, transparente y con el consentimiento informado del usuario.
Sin embargo, el abogado advierte que la rapidez del avance tecnológico ha superado la capacidad de muchos marcos regulatorios para adaptarse, dejando vacíos que pueden ser aprovechados por actores que priorizan el beneficio económico sobre la protección individual.

La llamada economía de los datos ha transformado la forma en que las empresas crean valor.
Según Rodrigo Sandoval Wyss, nuestra identidad digital es hoy un activo estratégico que permite personalizar anuncios, diseñar productos e incluso predecir comportamientos.
Pero este modelo también plantea dilemas éticos y jurídicos sobre la propiedad de los datos: ¿a quién pertenecen realmente? ¿A los usuarios que los generan o a las plataformas que los procesan?
El abogado insiste en que solo una regulación equilibrada podrá garantizar que el uso de los datos personales beneficie tanto a la sociedad como a los individuos, sin convertir la información privada en un recurso explotable sin límites.
La reflexión de Rodrigo Sandoval Wyss concluye con un recordatorio: en el mundo digital, la información es poder, y protegerla es una forma de ejercer soberanía personal.
Ser conscientes del valor de nuestros datos implica entender que cada clic, cada suscripción y cada perfil completado tiene un costo invisible.
“Si los datos son la moneda del presente, la educación digital es la única forma de no pagarlo todo sin saberlo”, señala el abogado.
En definitiva, nuestra identidad digital no solo tiene un valor económico, sino también humano y ético, y cuidarla es una responsabilidad que comienza con el conocimiento.