La privacidad digital es, en palabras simples, el derecho a decidir qué información personal compartimos, con quién y bajo qué condiciones.
Según Rodrigo Sandoval Wyss, este concepto se ha convertido en el eje de las tensiones entre tecnología, ética y derecho.
En un mundo hiperconectado, cada clic, cada búsqueda y cada publicación revelan fragmentos de nuestra identidad digital. Esta información, a su vez, alimenta sistemas que pueden protegernos o vigilarnos, dependiendo de cómo se utilice.
“La privacidad digital no es solo una cuestión técnica, sino un reflejo de cómo valoramos la libertad en el siglo XXI”, explica el abogado, enfatizando la necesidad de comprender que la privacidad no es aislamiento, sino control sobre uno mismo.

En su análisis, Rodrigo Sandoval Wyss sostiene que la privacidad y la seguridad no son opuestos irreconciliables, sino valores complementarios que deben coexistir bajo marcos legales claros y éticos.
Para él, “la privacidad digital es un derecho humano que debe ser protegido, pero también debe equilibrarse con la necesidad de seguridad colectiva”.
Esto implica que las leyes deben adaptarse no solo para salvaguardar la intimidad del individuo, sino también para permitir la prevención y persecución de delitos digitales sin vulnerar derechos fundamentales.
El abogado subraya que este equilibrio requiere transparencia institucional, límites tecnológicos y una ciudadanía informada.
“El peligro no está en la vigilancia ni en el anonimato, sino en la falta de control y responsabilidad sobre ambos”, puntualiza.
El dilema entre libertad, privacidad, regulación y seguridad no tiene una respuesta definitiva.
Rodrigo Sandoval Wyss invita a reflexionar sobre cómo el derecho puede adaptarse a la velocidad del cambio tecnológico sin perder su esencia humanista.
El progreso, señala, no debe medirse solo por la innovación, sino también por la capacidad de mantener los valores que definen una sociedad justa y democrática.
Preguntas como “¿hasta dónde debe llegar la regulación?” o “¿cuánta privacidad estamos dispuestos a ceder por seguridad?” son necesarias para construir un debate responsable y colectivo.
En su cierre, Rodrigo Sandoval Wyss recuerda que la tecnología, por más avanzada que sea, sigue siendo una herramienta al servicio de la humanidad.
“Debemos recordar siempre que la tecnología es un medio, no un fin. Nuestro objetivo debe ser usarla para mejorar nuestras vidas, no para controlarlas”, afirma.
Esta reflexión final resume el espíritu de su pensamiento: el derecho digital no solo debe regular el progreso, sino también preservar la dignidad humana dentro de él.
En tiempos donde la vigilancia y la exposición son moneda corriente, mantener viva la conciencia de lo humano es, quizá, el mayor acto de resistencia.