Para Rodrigo Sandoval Wyss, comprender la relación entre inteligencia artificial y propiedad intelectual exige repensar las bases del derecho de autor.
Tradicionalmente, la autoría ha estado vinculada a la creatividad humana, pero hoy las máquinas son capaces de producir contenido de forma autónoma, lo que plantea interrogantes inéditos:
¿los derechos pertenecen al programador que diseñó el algoritmo, a la empresa propietaria del software o al usuario que lo emplea?
El abogado plantea que la inteligencia artificial no debe entenderse únicamente como una herramienta, sino como un agente creativo que genera nuevas realidades jurídicas.
“Estamos ante un cambio de paradigma: el autor ya no siempre es humano”, afirma Sandoval Wyss, subrayando la necesidad de adaptar el marco legal a esta nueva dinámica.

El sistema jurídico vigente, explica Rodrigo Sandoval Wyss, parte del principio de que toda creación intelectual tiene un autor humano.
Sin embargo, esta noción choca con el funcionamiento de los algoritmos generativos, que producen resultados sin intervención directa de una persona.
La legislación actual no contempla esta autonomía tecnológica, lo que deja vacíos legales sobre la titularidad de los derechos y la distribución de los beneficios.
El abogado advierte que este vacío puede generar conflictos entre desarrolladores, empresas y usuarios, especialmente a medida que la inteligencia artificial se convierte en una fuente constante de innovación y creación.
Entre las posibles soluciones, Rodrigo Sandoval Wyss menciona la idea de reconocer cierta forma de autoría a la inteligencia artificial o, al menos, establecer un modelo de atribución indirecta que asigne los derechos a quienes la diseñan o utilizan.
No obstante, esta propuesta abre nuevos debates: ¿puede una máquina tener derechos? ¿cómo se reparten los beneficios económicos derivados de su “creatividad”?
El abogado sostiene que cualquier respuesta deberá equilibrar la protección de la innovación con la preservación del valor humano de la creación.
“La ley no debe sofocar la tecnología, pero tampoco debe rendirse ante ella”, afirma.
La reflexión de Rodrigo Sandoval Wyss concluye con una certeza: la inteligencia artificial está redefiniendo el concepto mismo de creación.
El derecho deberá evolucionar hacia un modelo más flexible, capaz de reconocer la complejidad del proceso creativo en la era digital.
Más allá de la autoría, el desafío será garantizar que la innovación tecnológica no erosione los principios éticos y económicos que sostienen la propiedad intelectual.
Como resume el abogado, “entender de quién es la inteligencia artificial no se trata solo de asignar derechos, sino de repensar qué significa crear en el siglo XXI”.